Al igual que en otras crisis sanitarias en la historia, muchas cosas van a cambiar en el mundo como consecuencia de la pandemia ocasionada por la covid-19. Una de estas transformaciones pasa por la forma en la que las personas se relacionan con sus finanzas. La inclusión financiera hace referencia a la participación de individuos y de empresas en el sistema financiero formal para la gestión de sus finanzas, contribuyendo a un aumento en el bienestar de los hogares, al incremento de la productividad de las empresas, y al crecimiento económico.
Según datos del Banco Mundial, en España el 99% de los adultos tienen una cuenta bancaria, mientras que en el mundo, dicho porcentaje es del 67%. Sin embargo, la inclusión financiera no termina con la mera tenencia de una cuenta corriente, sino que exige que el consumidor tenga a su alcance una gama de servicios financieros adecuada, a un coste razonable y fácilmente accesible en todo momento, que le permita gestionar activamente sus finanzas para perseguir sus metas, y hacer frente a sus obligaciones financieras.
Para que todos nos beneficiemos de dichos avances es necesario dedicar recursos a apoyar a aquellos menos familiarizados con las tecnologías digitales, como podrían ser los más mayores o las pequeñas empresas. En este esfuerzo, resulta vital garantizar la seguridad a través de la educación y los conocimientos necesarios para todos los usuarios de servicios financieros digitales. La inclusión financiera digital avanza a paso firme para quedarse y pasar a formar parte activa de nuestra vida cotidiana, al igual que el uso de las redes sociales o las compras online, contribuyendo así al cuidado de nuestra salud financiera y física en un entorno mutuamente beneficioso.
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